jueves, 22 de marzo de 2012

Una pequeña persona

Y erase una vez una pequeña persona, que temía que la hiciesen daño, que la dejasen tirada en sus peores momentos.
Se creía encerrada en una caja de metal sin atisbo de luz alguno, temía a la oscuridad, ansiaba entrar en la luz, mas también la temía.
No sabía en qué creer, en quien confiar, en que aferrarse para salir de aquella soledad. La pequeña persona, al sentirse sola, decidió, tras mucho tiempo allí encerrada, salir a buscar una salida, mas lo único que encontró fue una pequeña ventana, tras la ventana se veía la luz exterior, la pequeña persona, llorando, coloco sus maños sobre el gélido cristal, mirando lo que había descubierto, vio personas, felices, tristes y serias.
Vio el cielo por primera vez, la Luna, el Sol, los Astros. Se sintió abrumada, ¿cómo no se había dado cuenta antes de la existencia de aquel otro mundo?
Buscaba la manera de salir de aquel lugar, aquel lugar donde permanecía encerrada. La manera de poder agitar sus alas con libertad.
Trató de romper el cristal, con sus pequeños puños y sus pequeños pies, pero no lo consiguió. Sintiéndose derrotada, la pequeña persona dejo escapar sus lágrimas fugaces, como estrellas brillantes. Alguien la oyó llorar.
Otra persona, en el otro lado del cristal, la vio llorando, sintió pena y compasión y se dispuso a ayudarla. Comenzó a tratar romper aquel cristal, pero este no se tambaleo ni desquebrajo siquiera. La pequeña persona le pedía a la desconocida que parara, que solo se haría daño, que era imposible soñar tan siquiera con resquebrajar aquel fino y duro cristal.
La persona continuaba, cargando cada vez con más fuerza sus embestidas, una tras otra. La pequeña persona al verla esforzarse tanto, se levantó, se enjugó las lágrimas, y comenzó a golpear con sus puños el cristal.
Con el mínimo roce este se rompió, dejando que la brisa acariciara su rostro, y dejando que notara el contacto de la otra persona al abrazarla. Entonces lo comprendió, para salir de aquella soledad necesitaba otra persona, que la socorriera y la ayudara, que la animara cuando todo se volviese turbio. Le gustaba aquel contacto, se dejo perder en su abrazo.
Casi ni oyó cuando la persona hasta entonces desconocida para la pequeña persona susurro, tal como yo te he sacado de esa soledad creyendo rescatarte he sido yo el rescatado, me sentía muy solo entre tanta gente.
Estas palabras conmocionaron a la pequeña persona. 
Y la pequeña persona, por primera vez en su solitaria vida, fue feliz.

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